La familia en la prevención de adicciones

Por Ma. Teresa Magallanes V.

 

“Los jóvenes que viven en una familia funcional están en menor riesgo de caer en adicciones»

Esta afirmación puede parecernos un poco aventurada, sobre todo si no tenemos claro lo que quiere decir “familia funcional”.

Hay que empezar por decir que no existen las familias perfectas, como no existen las personas perfectas.

La familia es un conjunto de personas unidad por lazos biológicos, afectivos y/o jurídicos. Cada familia tiene un estilo particular que surge del conjunto de estilos personales de sus miembros y de la forma en que éstos se relacionan entre sí.

Una familia funcional, que no perfecta, es aquella en la que sus miembros se aceptan como son, con sus cualidades y defectos; en la que unos y otros tratan de ser mejores y de ayudarse entre todos a lograrlo progresivamente y en la medida de lo posible. Eso no significa que no haya en las relaciones familiares roces, conflictos, disgustos y problemas. Sin embargo si la familia “funciona” como tal, eso, que es normal, no lesiona el cariño y respeto que existe entre sus miembros.

Obviamente el papel de los padres es fundamental para que la familia funcione. Si ellos logran resolver los problemas que haya en su relación conforme se vayan presentando, en vez de acumularlos hasta que resulten insolubles, estarán dando el mejor ejemplo a sus hijos sobre cómo construir una relación y convivencia armónica independientemente de las limitaciones y defectos individuales propios y ajenos.

Cuando se vive así y el respeto, amor y cariño entre los miembros de una familia no se cuestiona, pase lo que pase, se superan todos los escoyos de la convivencia familiar que por consistir en relaciones continuas, íntimas, estrechas y variadas no está exenta de dificultades.

Los adolescentes y los jóvenes necesitan apoyarse en dos pilares importantes que tienen que ver con su vida familiar: el de saberse y sentirse amados, y por lo tanto aceptados incondicionalmente, y el de saberse y sentirse útiles, capaces de conseguir metas valiosas. Cuando la familia garantiza a sus miembros estos dos pilares, las adicciones dejan de ejercer una atracción sobre ellos. En esto también son los padres de familia quienes pueden ayudar a proporcionar a sus hijos esta “vacuna” contra las adicciones.

 

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Día del Padre y de los hijos

 Por Horacio R. Graneroo

Hoy se habla mucho de la soledad de los jóvenes con lo que no se hace referencia a un aislamiento físico, sino a una verdadera falta de comunicación y acercamiento con los adultos con quienes comparten su espacio todos los días.

Los jóvenes necesitan encontrar en sus padres al amigo adulto, que aun teniendo más edad, experiencia y autoridad, no se aprovecha de su situación para manipular, sino que tiene la capacidad de escuchar, de ponerse en sus zapatos, comprender su problemática y sus necesidades, y, desde esa perspectiva, orientarlos, dirigirlos y ayudarles.

La realidad es que muy pocos padres asumen ese papel ya que creen que con mandar a sus hijos a la escuela, proporcionarles vivienda y alimento cumplen con su responsabilidad. Hay padres que se precian de tener muy bien educados a sus hijos, cuando en realidad lo que hacen es un proceso de domesticación, pues con el fin de no batallar, utilizan su autoridad para hacer que los jóvenes actúen en base a lo que resulta más conveniente o cómodo para dichos padres, con lo cual construyen un muro entre ellos y sus hijos y provocan en estos ese sentimiento de soledad.

Muchos problemas que hace algunas décadas eran casi exclusivos de los adultos, ahora se dan en gran escala entre jóvenes, debido a que dichas situaciones son una forma de escape que los jóvenes encuentran para soportar la terrible soledad en la que viven.

Tratando de encontrar una explicación a todas estas situaciones, hay quienes culpan a la violencia en los programas de televisión, la facilidad que tienen los jóvenes para adquirir drogas o a la influencia del medio ambiente. No se pretende restar importancia a esos factores, que indudablemente son reales y de una o de otra manera influyen en los jóvenes.

Pero la verdadera causa, la que más influye, poco se menciona y ésta se sintetiza en el hecho de que muchos jóvenes, en realidad, carecen de una familia, pues aunque algunos la tienen físicamente, emocionalmente no. En esta problemática, como sucede en casi todo, es importante tomar en cuenta que es mejor la prevención que tratar de poner remedio cuando el daño ya está hecho. Si todavía se está a tiempo, vale la pena poner en práctica lo que se llama la práctica de la doble T y se refiere a dos cosas: Tiempo y Técnica.

Al hablar de tiempo, simple y sencillamente se refiere al hecho de que los padres deben dedicar más tiempo a sus hijos. A veces se argumenta que lo que importa no es tanto la cantidad de tiempo que se pasa con los hijos, sino su calidad. Indudablemente es necesaria la calidad, pero también es necesaria la cantidad. No se puede dar una comunicación de calidad con un extraño. Para desarrollar confianza y apertura se tiene que dar un proceso que requiere de tiempo. Por tiempo de calidad se entiende el que se pasa con los hijos, enfocado a promover una comunicación real.

No es el tiempo que padres e hijos pasan juntos frente al televisor, ni el que se emplea en reprenderlos o sermonearlos, sino aquél en el que se escucha a los hijos activamente, con intención de comprender sus intereses, puntos de vista, inquietudes y preocupaciones. Muchos padres pueden argumentar que tratan de hablar con sus hijos, pero que ellos están encerrados en sí mismos y no permiten ningún tipo de intercambio. Indudablemente, se está empleando la técnica equivocada

Un libro que recogía testimonios de la ex combatientes de la Guerra de Malvinas transcribió, hace un tiempo, la carta de un oficial de la Fuerza Aérea con base en Villa Reynolds, Provincia de San Luis a su hija que siempre me pareció conmovedora. Esta vez lo hacía desde «una base en el sur del territorio argentino», y previo a realizar otra incursión al territorio de las islas.

En esa carta, llena de cariño y de angustia por la terrible experiencia que le tocaba vivir, el oficial recordaba

apesadumbrado la noche anterior al embarque en el avión de transporte junto con sus compañeros de armas, para prepararse para el combate.

Y este militar, acostumbrado por las circunstancias a matar en defensa de su Patria y a ver morir a sus compañeros o no verlos regresar, recordaba que su pequeña hija, la tarde anterior a su imprevista partida, le había pedido dar juntos una vuelta en bicicleta por el parque de la Base como habían hecho en otras oportunidades, a lo que el oficial, fatigado por el trajín de la partida de ese día le había contestado con una promesa que no podría luego cumplir: mañana te prometo que vamos, hoy estoy cansado…

A la hora en que escribía la carta en cuestión, con la vigilia de la alarma que indicaría otro vuelo al mando de su escuadrilla, hacía un breve balance de su vida, y en el debe colocó en primer lugar el fallido paseo en bicicleta con su hija.

Un domingo al año nuestros hijos celebran nuestro día, no ocurre lo mismo a la inversa, dado que no existe ningún «día del hijo», razón por la cual es bueno reflexionar de vez en cuando en nuestra responsabilidad como tal, como por ejemplo:

1. No exigirás nunca a tu hijo lo que tú no estés dispuesto a hacer, o que con tu ejemplo has hecho lo contrarío. 2. Impondrás el orden cuando sea necesario, volviendo a colocar las cosas en el lugar que corresponde. 3. Exigirás ser obedecido por estar convencido previamente de la justicia y necesidad de tus decisiones. 4. Darás a tus hijos verdaderas pruebas de cariño.

5. Evitarás a todo trance demostrar cualquier desavenencia matrimonial delante de tus hijos
6. Acostumbrarás a tus hijos, desde pequeños, al trabajo y a obtener las cosas con su propio esfuerzo.

7. Aprovecharás todas las ocasiones posibles para dar tu opinión sobre los verdaderos valores de las cosas y de las situaciones que analices con tus hijos.

8. No adoptarás actitudes demagogas o cederás a los caprichos para no asumir tu responsabilidad.

9. Los reprenderás cuando sea necesario, con justicia y no en el momento del error sino cuando todos hayan recobrado la calma.

10. Darás gracias a Dios todos los días de los hijos que te ha mandado. Se podrá decir que no es fácil. Pero el premio quizás lo merezca: que el día de mañana, cuando le pregunten a tu hijo qué desea ser cuando sea grande, responda: ser como mi papá. No existe un regalo para el Día del Padre que lo iguale.

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